Por definición, no todas las personas pueden ser de alto nivel de capacidad intelectual.

El concepto (en casi todas las escuelas de pensamiento que hablan sobre él) está basado en la suposición de la existencia de una distribución normal de la de la capacidad intelectual, en la cual la mayoría de las personas tiene una “inteligencia promedio” y un porcentaje mínimo tiene capacidades superiores (o inferiores).

Sin embargo, en los últimos años se observa un incremento en la demanda por subrayar la relevancia de la capacidad intelectual, y -en consecuencia- el aumento en la indagación de los indicadores asociados.

El problema con la medición aislada de factores intelectuales es que limita y oculta un fenómeno que muchas personas pueden haber vivido en sus ambientes de trabajo, y que los mejores reclutadores siempre toman en cuenta: el hecho de que una persona sea la más capaz intelectualmente, no significa que sea la mejor para el cargo.

La “fetichización del cociente intelectual” puede llevar a las empresas a crear en sus propios espacios un ambiente de competencia tóxica, si el equipo de reclutamiento no es capaz de entender que el abanico de requerimientos que un empleado debe tener ha de incluir -además de lo intelectual- elementos tales como la capacidad de empatía (especialmente importante en el trato con el público, ventas, etc) la constancia ante la frustración (de la que ya hablamos en una oportunidad en este artículo) y, de manera muy especial, un rasgo negativo cuya presencia suele estar muy asociada con un alto nivel intelectual: la capacidad de recibir críticas de manera abierta, por lo que las entrevistas deben contar con estrategias explícitas para evaluar la presencia o ausencia de la capacidad de autocrítica en los candidatos.

Los equipos de trabajo deben estar muy atentos a entender que una persona de alto intelecto puede utilizarlo para desarrollar apertura a nuevas ideas y nuevos comportamientos, o puede usarlo para (por el contrario) crear una coraza argumentativa con el fin de “ganar todas las batallas” manteniendo su punto de vista. La capacidad intelectual, acompañada de apertura, potencia el desarrollo, pero acompañada de complejos de superioridad, potencia el estancamiento.

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